El diputado Luis Eduardo Camacho compartió sus perspectivas sobre diversos aspectos de la situación política de Panamá, abordando temas como el asilo en Colombia del expresidente Ricardo Martinelli, el papel de la justicia, la gestión pasada y el funcionamiento de la Asamblea Nacional.
Presidencia de la Asamblea d6x5k
El diputado manifestó interés en presidir la primera presidencia de la Asamblea Nacional en el actual período, señalando que en su momento, creyó contar con los votos, pero que existían personas a las que les molestaba su cercanía con Martinelli, pues pensaban que si él era presidente de la Asamblea, "el que iba a mandar era Ricardo Martinelli", sin embargo, enfatizó que quienes lo conocen, con 50 años de carrera política, saben que las decisiones de Luis Eduardo Camacho las toma él mismo.
Camacho subrayó su independencia en la toma de decisiones, afirmando que si bien respeta el liderazgo, las decisiones más importantes las toma pensando en "lo mejor para el país, en la transformación que este país necesita tener para que los panameños vuelvan a tener la buena calidad de vida que vivieron durante los cinco años de Ricardo Martinelli", afirmando que tanto al expresidente como al presidente Mulino les dice lo que opina y no lo que quieren oír.
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El diputado afirmó que este dejó al país "en progreso, sólido crecimiento económico, sólido aumento de la cantidad de empleos y aumento de empleos bien pagados", atribuyendo la popularidad de Martinelli al hecho de que, durante su gestión, "el pueblo vivió bien y había esperanza", desestimando los procesos judiciales contra el expresidente.
Camacho también comentó el funcionamiento de los organismos de inteligencia, a los que describió como vendedores de "conspiraciones absurdas" contra los presidentes, con ideas de que "lo quieren matar" o "lo quieren tumbar", afirmando que estos organismos buscan culpar a los líderes políticos.
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El diputado consideró que lo más importante para él hubiese sido asumir la primera presidencia para darle el rumbo que creía necesario: "fortalecimiento institucional, pero haciendo los ajustes que había que hacer", defendiendo la institucionalidad de la asamblea y con creencia de corregir las malas prácticas, las cuales no eran realizadas por el órgano en sí, sino por quienes lo integraban, en esencia diputados y algunos servidores públicos.
En último lugar, Camacho abordó la promesa de una "nueva asamblea" y la confianza de la población, indicando que "lo de nueva no puede ser nombre" y que son las acciones las que definen si la asamblea es nueva o no porque la institución es lo que los 71 diputados proyectan, recordando tiempos pasados en los que la gente escuchaba la asamblea porque se discutían temas nacionales, con intervenciones de altura, de diferentes perspectivas y con debate verdadero.